Tristes por diseño: conversación con Geert Lovink

Las redes sociales como ideología y sus alternativas • Por Adam Sudewo

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Daniel G. Andújar, imagen de tapa de la edición en castellano de Tristes por diseño, de Geert Lovink

Daniel G. Andújar, ilustración incluida de tapa de Tristes por diseño, de Geert Lovink

Original en inglés: @adamsudewo4 en Medium, abril de 2025  • Traducción: Dazi Bao

Adam Sudewo: En Sad by design (2019) [trad. cast. Tristes por diseño, consonni, 2019], sostenés que la tristeza en las redes sociales no es accidental, sino que está deliberadamente diseñada. ¿Podrías explicar con más detalle cómo la tristeza es integrada en el diseño de las plataformas?

Geert Lovink: Como siempre, con la aparición de un concepto tan potente como “tristeza por diseño”, las primeras fuentes aparecieron a mediados de la década de 2010, cuando se consolidó “capitalismo de plataformas”. El esfuerzo para captar el interés comenzó a surtir efecto. En ese ensayo, trazo un mapa de las referencias, desde el fenómeno de las “chicas tristes” [Sad Girl] y la obra de Melissa Broder hasta los denunciantes [whistleblowers] de Facebook. La tristeza y los estados mentales afines son respuestas al ataque sin tregua a la capacidad de atención de los usuarios, ávidos de “me gusta” y seguidores. Los breves momentos de tristeza afloran cuando todo se vuelve demasiado, y el Ego apuntalado se derrumba. Experimentás una minidepresión, un breve bajón en el que te sentís decaído. Pero entonces entra un nuevo mensaje y luego otra crisis. No hay descanso. La 24/7 está a toda marcha. No hay forma de dejar de deslizar el dedo. Ninguno de ellos lleva a nada. Siempre hay más vídeos que ver, noticias falsas que seguir y mensajes que leer y responder. Intentás mantener el ritmo, pero fracasás.

AS: En el libro, describís las redes sociales como una ideología. ¿Cómo se manifiesta esta ideología en nuestra vida digital cotidiana?

GL: El marxismo ya estaba en crisis cuando estudiaba ciencias políticas en la Universidad de Ámsterdam a finales de los años setenta. Una excepción válida fue el filósofo marxista francés Louis Althusser, cuya fama se debía a que afirmaba que la ideología no es propaganda ni noticias falsas, sino algo que uno acepta de manera natural y en lo que no piensa ni se da cuenta que existe, como el aire que respiramos. La ideología habita en nuestro interior. Lo mismo puede decirse de las plataformas de redes sociales dominantes. Nadie recuerda siquiera el momento en que llegaron. De la noche a la mañana, se convirtieron en algo obvio. Nadie tuvo que ser convencido o siquiera instruido sobre cómo usarlas. Así es como solía funcionar la religión. Nacías en ella. No había elección. Se llama capitalismo posmercado. Solo dentro de la plataforma hay elección: qué comprar (Amazon), a quién dar “me gusta” (Facebook) y a quién seguir (X). Si das un vistazo a cualquier cafetería, autobús o sala de estar, vas a ver que todo el mundo está con su teléfono. Nos dan pena los que están mirando fijo afuera. ¿Qué les pasa? ¿No tienen amigos, pareja o un club deportivo favorito?

AS: Mencionás que Internet pasó de una fase experimental al estancamiento. ¿Qué pensás que provocó esto, y hay alguna salida?

GL: El periodo de transición de la Web 2.0 a los monopolios de plataformas es el mismo para quienes son mayores que la Generación Z: entre 2008 y 2014. Primero hubo sitios web, listas y foros, seguidos de blogs y sitios de relacionamiento social como Friendster, Hyves, LiveJournal, Orkut, etc. Y luego, de repente, solo quedaron Twitter, Facebook e Instagram. Esto, por supuesto, está relacionado con el auge de los teléfonos inteligentes y su limitada economía de aplicaciones. La mayoría de la gente solo usa tres o cuatro aplicaciones en su teléfono. No es necesario respaldar esto con estadísticas. Todo es demasiado obvio y forma parte de la amnesia colectiva que de alguna manera hayamos olvidado cómo llegamos hasta acá. La salida probablemente sea una geopolítica desagradable que llevará a guerras, catástrofes ambientales y la próxima pandemia, es decir, cambios drásticos. La expresión “terapia de shock” à la Naomi Klein probablemente sea demasiado suave. No va a ser gracioso.

AS: ¿Creés que las redes sociales pueden seguir siendo una herramienta para una comunicación significativa o se han convertido en un instrumento del capitalismo de plataformas?

GL: Las redes sociales como concepto están muertas. Sobreutilizadas, vaciadas de sentido, asociadas a malas vibraciones. ¿Misión cumplida? Durante los últimos quince años, he tratado de explicar todo lo que está mal con en este término. La “cuestión de las redes sociales” se resolverá de forma similar a como en su momento la “cuestión social” del siglo XIX fue resuelta mediante guerras, revoluciones, genocidios, migraciones masivas, golpes de Estado y otras medidas represivas reaccionarias. Las luchas de clases fueron neutralizadas mediante soluciones de bienestar social. Dudo que la próxima fase de destrucción conduzca finalmente a un compromiso de “bienestar mediático”. ¿Serán las fuerzas que abogan por una infraestructura pública digital lo suficientemente fuertes como para imponerla, construirla y mantenerla? En este momento, el movimiento está fragmentado y es diminuto.

AS: Algunas críticas a las redes sociales se enfocan en el comportamiento de los usuarios, mientras que otras culpan a cuestiones estructurales. ¿Dónde situás la responsabilidad principal del cambio? ¿En los individuos, en las empresas o en los grandes sistemas económicos?

GL: Respuesta inicial: cúlpenme a mí, a mi generación, a los llamados “pioneros de Internet” que fracasamos en defender y construir Internet como una infraestructura pública viva y dinámica. No podemos acusar a la siguiente generación millennial de startups puntocom, ya que estuvieron plenamente implicados desde el día en que se conectaron a la Red. Sabemos que la respuesta no es “más emprendedores”. Ojalá fuera tan sencillo.

Otra posible respuesta: ¿son culpables los geeks del código abierto y el software libre? En parte, siguen trabajando para Silicon Valley, pero su escena está dividida, y muchos de ellos no quieren abordar esta división públicamente.

Otra. ¿Son responsables los creadores de alternativas por no saber cómo escalar rápidamente? Culpar a los usuarios individuales por su “comportamiento de consumidores” es una idea neoliberal. Nunca he creído en esa trayectoria. En cambio, podría ser más interesante experimentar con la teoría de los puntos de inflexión. ¿Cómo surgen los movimientos sociales hoy en día [marzo de 2025]? Miremos a nuestro alrededor. En Europa, estamos en medio de una ola masiva de protestas: en las últimas semanas, ha habido grandes manifestaciones en Estambul, Bratislava, Budapest, Belgrado y Atenas. ¿Cuál fue el rol de las redes sociales en estos levantamientos? Apelar a Silicon Valley en este sentido sería naif. En lugar de considerarlas una vez más como un agente de cambio, deberían desaparecer, desmoronarse y ser socializadas como infraestructura pública (no nacionalizadas; no hay aquí ningún rol para el Estado). Gestionar nuestros canales de comunicación como organizaciones sin fines de lucro, como si fueran bibliotecas públicas, cooperativas. El discurso crítico, la organización y el conocimiento son simplemente demasiado importantes como para dejarlos en manos de oligarcas.

AS: Vos comparás las redes sociales con las apuestas, en términos de su diseño adictivo. ¿Existe una forma ética de rediseñar estas plataformas o deberíamos abandonarlas por completo?

GL: Dejame primero abordar tu pregunta sobre la “adicción”. Es totalmente posible diseñar sistemas de información y de comunicación que sean funcionales, neutrales y racionales. Fíjate en los mensajes de texto y el correo electrónico. No hay nada humano o emocional en ellos. La cuestión empieza a ser diferente una vez que te he convencido de que uses mi aplicación o servicio y quiero “venderte” su TI [tecnología de la información] de forma gratuita a cambio de tus datos e “interacción” con publicidades [ad “engagement”]. La falta de un sistema de suscripción neutral y racional es una de las principales razones por las que Internet y las telecomunicaciones son deplorables. En un mundo ideal, no hay plataformas centralizadas y todo es gestionado mediante protocolos. Pero no es así como ha evolucionado el “ciberespacio”, principalmente gracias a la visión del mundo de los capitalistas de riesgo de derecha que han gobernado Silicon Valley desde comienzos de la década de 1990.

No quiero hablar de “ética”, ya que este término se ha visto muy comprometido últimamente en la IA. Mirando la historia reciente, el camino más probable hacia el cambio es el éxodo, abandonar las plataformas existentes y migrar juntos a otro lugar. Corporaciones como Meta y Google, Microsoft y Amazon nunca van a permitir que los “comisarios de TI” se instalen y tomen el control. ¿Cómo imaginás esto? Borrar unos cuantos archivos y cambiar las contraseñas puede volver inutilizables estos sistemas en cuestión de segundos. La táctica DOGE es un caso de prueba interesante en este sentido. ¿Imaginás a los revolucionarios okupas de DOGE entrando en Instagram y borrando APIs, algoritmos, perfiles y el ecosistema publicitario? ¿Cómo podrían obtener un poder ejecutivo tan extraordinario? Recordemos, el ejército de Musk está hackeando bases de datos gubernamentales, no corporativas. Su estrategia es la violencia abstracta de golpear y huir, impulsada por la energía criminal y las tácticas maliciosas, respaldadas por el presidente, por ahora. No hay forma de cambiar las plataformas a través de la legislación, ya que los jueces no tienen un ejército de hackers para hacer cumplir su voluntad. En esta era de la ciberseguridad, ¿por qué no lo tienen?

AS: En Sad by Design, introducís el concepto de “selfie mínima”. ¿Cómo el hecho de tomarse selfies ha evolucionado de ser una autoexpresión hasta volverse una forma de control social?

GL: Ojalá hubiera “evolucionado”... Me temo que estás siendo un poco optimista en esto. Estamos atrapados. ¿Cuántos de nosotros entendemos realmente las implicaciones del software de reconocimiento facial? ¿Y cuál es el rol de la nueva y poderosa infraestructura de aprendizaje automático en este sentido? En el momento en que trabajamos en una teoría de la selfie, entre 2012 y 2016, la conectamos, por un lado, con la constitución de un archivo de datos personales con miles de elementos que juntos conforman el “yo online” (véase la obra de Vladan Joler, pero también los trabajos de Eva Illouz y Shoshana Zuboff) y, por otro, con la definición estricta de selfie como documento de identidad [ID photo] utilizado por las autoridades (estatales) para identificar a personas, por ejemplo, en una multitud, durante manifestaciones y disturbios. Ambos son represivos y se utilizarán en tu contra. Aquí no hay compensación o término medio. No hay ciudadanos (también conocido como “usuarios”) que se beneficien de toda esta recopilación de datos.

AS: ¿Cómo contribuyen las redes sociales a la aceleración de la atomización individual y a la erosión de la solidaridad colectiva?

GL: En mi próxima crónica sobre cultura crítica de la red, Platform Brutality [Brutalidad de plataformas], incluyo un ensayo sobre el rol de las redes sociales en el rápido aumento de la soledad. Este es para mí un tema difícil de escribir. Por suerte, hay una serie de sólidos estudios sociológicos disponibles sobre el tema. Estoy influenciado por Arendt, Riesman y Hertz. He adoptado una perspectiva “estrecha” de Internet al plantear la pregunta, demasiado obvia pero difícil de responder, de cómo la soledad se acelera cuando se está en constante “contacto” con muchas personas a través de las redes sociales. Se trata de la variación mediática/tecnológica del estudio de Riesman de la década de 1950, La muchedumbre solitaria. En 1983, fui la última generación en graduarse en “psicología de masas” y, desde que me involucré con Internet, he estado luchando por continuar con esta “traumática” ciencia del siglo XX. Es una lucha entre los dos gigantes que se instalaron dentro de mí: la multitud y el poder de Canetti librando una batalla épica contra la disolución de las masas dentro de una “mayoría silenciosa” de Baudrillard. En la misma época, fuimos testigos del auge del neoliberalismo y del culto al yo.

AS: Escribís que “es la verdad la que nos pone tristes”. ¿Pensás que el nihilismo digital es una reacción a la mayor conciencia de la explotación de las plataformas o solo un efecto de la distracción digital?

GL: Lo primero. Nos encantaría ser glamorosos, pero en cambio sentimos vergüenza. Mientras nuestra imagen es increíble, por dentro estamos vacíos. El nihilismo no es una gran narrativa o un sistema de creencias; aquí significa literalmente cero. La razón cínica de Sloterdijk puede estar más cerca. Aún mejor sería la falsa conciencia de Zizek: conocemos los detalles íntimos de la lógica de las plataformas, pero no estamos dispuestos ni somos capaces de hacer nada contra eso. El esclarecimiento gira en el vacío aquí. En la medida en que la fachada se mantenga, el razonamiento de “todo sigue igual” prevalece. Mientras no haya interrupciones, el sistema sigue funcionando. El nihilismo digital solo puede detenerse debido a una ruptura seria. Si sigue siendo un evento o un espectáculo, la plataforma seguirá sintetizando los flujos sin problemas.

AS: ¿Las generaciones más jóvenes experimentan la “tristeza digital” de manera diferente a las generaciones mayores? Si es así, ¿cómo?

GL: Sos el primero en hacer esta pregunta. Las generaciones mayores no han experimentado el mismo grado de tristeza digital que otras debido a su falta inicial de compromiso emocional. Su consumo mediático era más diverso, obligado por los “medios tradicionales”. La distancia escéptica es más significativa. No me corresponde a mí juzgar si esto es bueno o malo. Su juicio sobre las redes sociales ciertamente no es preciso, y mucho menos verdadero. En los últimos años, particularmente durante la pandemia, su participación ha aumentado (pensá en WhatsApp y su “adquisición” por Facebook después de que la mayoría de los jóvenes se pasaran a Instagram y, más tarde, a TikTok). Sus críticas a menudo han sido moralistas, expresando formas poco afinadas de romanticismo offline como la única salida legítima. Los boomers tampoco entienden la lógica influencer. Su hogar mental está formateado de manera diferente; por ejemplo, reduciendo la participación en las redes sociales al “tiempo de pantalla”.

AS: Tu libro discute cómo las redes sociales refuerzan jerarquías invisibles. ¿Cómo pueden los usuarios tomar conciencia de estas jerarquías y resistirse a ellas?

GL: No soy fan de una mayor concientización. El cambio ya no funciona de esa manera. Ya hay suficiente concientización y sentimientos relacionados de ira, culpa y ansiedad. Ya basta de eso. Las jerarquías deben abordarse de frente en el “mundo real”, de forma colectiva, por muy difícil que esto pueda parecer. El racismo, por ejemplo, no se va a resolver a nivel de la representación. Debemos cambiar el orden siguiente a un nivel fundamental. La desigualdad y la represión no son problemas de relaciones públicas. Los creadores de medios tendrán que dar un paso adelante y ayudar a enfocar la atención en la organización y la disidencia. Olvidémonos de la corrección digital y de la vigilancia de la identidad. Han sido una trampa. La virtualidad sigue a la realidad, y no al revés, por muy vasto y persuasivo que pueda ser el imperio de las imágenes.

AS: Describís el declive del activismo digital radical y el crecimiento del “clictivismo”. ¿Qué estrategias ves para recuperar espacios digitales para un activismo real?

GL: Recuperar Internet significará volver a sus raíces. Implica un éxodo, olvidarse de los sinsentidos basados en datos y de la pura presunción de los influencers, las celebridades y las industrias de marketing relacionadas que operan detrás de ellos. “Activismo real” no es un término que yo usaría. En su lugar, destaco la importancia de la autoorganización, el espacio para la discusión y la estrategia, y la libertad de encaminar las TIC hacia herramientas simples y valiosas. Dejemos de conectar todo con todo, ya que esto solo nos hace más vulnerables a los ataques y a la (auto)censura. Los espacios digitales, incluso los seguros, no nos van a proteger. Y no esperemos ser recompensados por ponernos de pie y decir no.

AS: Muchos movimientos sociales confían en las redes sociales para movilizarse. ¿Cómo pueden usar estas plataformas de manera eficaz sin quedar atrapados en la lógica del capitalismo de plataformas?

GL: No se puede. Hagan lo que quieran, pero mi consejo es: no lo hagan. Por favor, despierten y construyan canales de comunicación paralelos. ¿Por qué ponérselo tan fácil a los poderes fácticos? Mark Zuckerberg y Elon Musk no son sus amigos y finamente los entregarán. Tras la reelección de Trump, se terminó la discusión. Lo siento.

AS: Vos sostenés que vivimos en una “sociedad de lo social”, sin vida social fuera de las redes sociales. ¿Cómo podemos imaginar nuevas formas de interacción social más allá de la lógica de las plataformas?

GL: Sin duda, creo firmemente en la imaginación colectiva para crear nuevas formas de lo social. Terminemos con la vida administrada y rebelémonos contra la máquina. Desde principios de los años ochenta, he sido influido por el movimiento autonomista italiano y las nociones particulares que aún tienen sobre la energía primordial y subversiva de la sociedad. Inicialmente, conocí estas ideas a través de una interpretación alemana-occidental, pero a mí me parecía bien. La hipótesis es que lo social no es una consecuencia de procesos materiales o económicos, sino que los precede. Los trabajadores no se limitan a responder los movimientos del capital. Los movimientos sociales existen en escenarios anteriores, núcleos de pequeños grupos, lugares de resistencia y, sí, autonomía. Pueden ser aplastados y lo serán, pero también pueden sobrevivir, reagruparse y volver a ponerse de pie. Se trata de una forma de resiliencia que rara vez uno encuentra online. Es mucho más desafiante. No soy santo ni miembro de la Iglesia de lo Real. La realidad se está convirtiendo en una mercancía de lujo. Las amistades virtuales son vitales hoy en día. Y también lo son nuevas formas de lo pararreal. Pero todas ellas, si se hacen correctamente, solo prosperan fuera de la lógica de las plataformas. El extractivismo y la vigilancia acaban matando todas las formas de relaciones sociales online.

AS: ¿Qué rol desempeñan los gobiernos y las regulaciones en la configuración del futuro de las redes sociales? ¿Ves la regulación como una posible solución o es solo otra forma de control?

GL: Internet es hija de la era populista de derecha que coincidió con el dominio neoliberal. Excepto en China, Irán y Rusia, nunca ha habido un esfuerzo serio por regular Internet. En cambio, existía la idea naif de que la “gobernanza” era una tarea de la propia industria. Es por eso que los monopolios pudieron establecerse tan velozmente (el control de los servicios secretos fue exento). La regulación a la que te referís podría ser la de la Unión Europea. El problema en ese caso es la falta de aplicación. Solo pueden castigar, pero no forzar la reforma. No podrán romper las plataformas abiertas. El problema es también que la regulación es tan lenta que, por definición, siempre estará trabajando sobre cuestiones obsoletas. El tiempo es un problema inminente con el que también luchan todas las investigaciones sobre Internet. Con una duración media de cuatro a cinco años, cada trayectoria doctoral profunda está condenada a escribir historia en lugar de crear “soluciones” viables. ¿A quién le interesa la aplicación del RGPD [Reglamento General de Protección de Datos] en 2025? La Ley de Mercados Digitales tiene una idea igualmente naif sobre la “competencia” en un panorama sin alternativas europeas.

AS: Vos introdujiste el concepto de “vanguardia de los comunes” como una alternativa al capitalismo de plataformas. ¿Cómo imaginás que funcionaría esto en la práctica?

GL: La idea de los comunes digitales es una clara alternativa a la falta de competencia seria. En lugar de esperar que antiguas empresas de TI francesas o alemanas creen opciones viables para Meta y Google, creemos firmemente en el poder de las infraestructuras digitales públicas que no son propiedad ni del Estado ni de las corporaciones. Estos experimentos llevan funcionando así desde hace cuarenta o cincuenta años. No hay ningún misterio. Fíjate en todo el trabajo que Trebor Scholz y su equipo han estado haciendo en el cooperativismo de plataformas (https://platform.coop/). La cuestión a debatir podría ser cómo escalarlo. ¿Es esto también posible por fuera del capitalismo de nube? Signal puede ser un caso interesante a seguir en este sentido. Existen algunas dudas, incluido Telegram, debido a sus vínculos con Rusia y su ubicación actual en Dubái. ¿Deberíamos siquiera debatir sobre servicios chinos como TikTok, WeChat y Xiaohongshu? La violencia y la represión infligidas por el PCCh a sus disidentes en Internet son implacables. Para mí, este no es el camino a seguir.

AS: ¿Existen proyectos o plataformas digitales que te parece que desafían con éxito los modelos dominantes de las redes sociales?

GL: Cuando el INC [Institute of Network Cultures] puso en marcha la red Unlike Us en 2011, ese era nuestro deseo, nuestra exigencia. Catorce años después, se ha avanzado mucho. Solo que ha llevado una eternidad. Pedimos disculpas por la década perdida. Hoy en día, ya no tenemos que promocionar aplicaciones individuales como Signal, el Fediverso, Cryptpad u OpenOffice, sino que presentamos una lista completa. Vos elegís. ¿Por dónde querés empezar hoy?

AS: Con la creciente digitalización de la sociedad, ¿ves un futuro en el que las formas analógicas de comunicación y creación de comunidades vuelvan a cobrar importancia?

GL: El renacimiento de todo lo analógico me emociona, sin duda. Es un amable recordatorio de la explosión creativa de finales de los años ochenta y los noventa, cuando lo analógico, lo digital, lo real y lo virtual, lo online y lo offline se mezclaban en el trasfondo de las ruinas posindustriales. No de forma voluntaria, sino porque era la situación tecnológica del momento. Hacer polinización cruzada y “contaminar” flujos de datos radicalmente diferentes es una estrategia artística clásica. Sin embargo, esto debe ser hecho para cuestionar y socavar el poder, alterando y cuestionando la normalidad, no para traer la salvación o para glorificar oligarcas.

AS: ¿Creés que las redes sociales perderán relevancia o se volverán aún más dominantes en la configuración de nuestras vidas cotidianas?

GL: Las “redes sociales” son una bestia particular. Son una extraña mezcla de cosas personales y noticias destinadas a mantenerte escroleando y deslizando el dedo. La arquitectura está diseñada para personas distraídas que pueden dar rápidamente “me gusta”, seguir y comentar sobre la marcha. Todo esto puede ser creado de formas radicalmente diferentes. Las alternativas que comenté antes son más o menos de código abierto y hacen hincapié en la privacidad, pero no son fundamentalmente diferentes. En su lugar, comencemos con una separación rígida entre comunicación personal, información general y sistemas de pago/entrega. El hecho de que estas capas estén tan entrelazadas hace que estas aplicaciones sean tan irresistibles y tóxicas. Hay que decirle adiós al “con un solo clic, en un mismo lugar”. Para romper la hegemonía de las plataformas y crear una masa crítica de alternativas, tenemos que volver a empezar desde cero. Esto es divertido y puede ser muy fácil. Primero y principal, experimentemos. Empecemos poco a poco y construyamos joyas de comunicación seductoras. Romper con los monopolios es desafiante, principalmente por los hábitos que ellos crean en nosotros. La pregunta es profundamente “aceleracionista”: ¿son la implosión y el colapso, en última instancia, la única opción que queda? Como podés ver, no creo en la regulación y la reforma. Esas propuestas llevan muertas al menos una buena década.

AS: Si pudieras dar un consejo práctico a personas que quieren reducir el impacto negativo de las redes sociales en sus vidas, ¿cuál sería?

GL: Que no es tan difícil. Convertí tu teléfono en una herramienta. Hacé que trabaje para vos. Comenzá a organizarte, llamá a otras personas, cercanas y lejanas, para juntarse y conspirar. Crea un nombre y un logo, y empezá con memes para atraer la atención de otras personas con ideas afines. Es inútil empezar por borrar las cuentas de las redes sociales. La vida no es un castigo. No actúes como un calvinista. No creo en la miseria offline. Al principio, puede parecer una liberación, pero el aislamiento social es lo peor. Primero, construí y unite a grupos de tu entorno, luego introducí el disenso y el desacuerdo. Odio la faceta salvífica de la palabra “comunidad”: no necesitamos una unidad falsa, sino discusión y diálogo. Fuego, no hielo. Solo a partir de una variedad de opciones es que van a surgir las tácticas y, más adelante, las estrategias. Divertite y creé en la potencia de la ironía y del ingenio. No reprimas la locura y el deseo. Poné en práctica lo que las fuerzas autoritarias que hoy están al mando desprecian.

Nacido en 1959 en Ámsterdam, Países Bajos, Geert Lovink es activista, teórico, investigador y crítico de medios. Es el director fundador del Institute of Network Cultures [Instituto de Culturas en Red], cuyos objetivos son explorar, documentar y alimentar el potencial de cambio socioeconómico del nuevo campo mediático, a través de eventos, publicaciones y diálogo abierto.

Lovink ha publicado, entre otros libros, Networks without a cause (Polity, 2011) [trad. cast. Redes sin causa. Una crítica a las redes sociales, UOC, 2015)]; Social Media Abyss: Critical Internet cultures and the force of negation (Institute of Network Cultures, 2016) [trad. cast. El abismo de las redes sociales. Culturas críticas de internet y la fuerza de la negación, Centro de Cultura Digital, 2020]; Organization after social media [Organización luego de las redes sociales] (con Ned Rossiter) (Minor Compositions, 2018); Sad by design. On platform nihilism (Pluto, 2019) [trad. cast. Tristes por diseño. Las redes sociales como ideología, consonni, 2019]; Stuck on the Platform: Reclaiming the Internet (2022); Extintion Internet (Institute of Network Cultures, 2022) [trad. cast. La extinción de Internet: políticas, redes y plataformas, 2024]; Platform Brutality. Closing down Internet toxicity [Brutalidad de plataformas. Clausurando la toxicidad de Internet] (Valiz, 2025).